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Opinion

Alguacil ordinario: ¿El patito feo del sistema judicial dominicano?

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El Alguacil Ordinario es, sin duda, una de las figuras más subestimadas dentro del sistema judicial dominicano. Mientras que los demás actores, jueces, fiscales y abogados se llevan el protagonismo en los procesos judiciales, los alguaciles ordinarios suelen ser vistos como meros ejecutores de actos, sin el reconocimiento que merece su función.

Sin embargo, su papel es esencial para el cumplimiento de las decisiones judiciales y el desarrollo de los procedimientos legales.

El Alguacil Ordinario es un oficial ministerial cuya función principal es notificar actos procesales y ejecutar ciertas decisiones judiciales.

A diferencia del Alguacil de Estrado, que trabaja directamente en las audiencias asistiendo al juez, el Alguacil Ordinario se enfoca 100% en la ejecución de embargos, desalojos, citaciones y otras notificaciones legales.

¿Por qué es el “Patito Feo” del Sistema Judicial?
Porque, a pesar de ser una figura clave para la administración de justicia, su labor es constantemente menospreciada.

Sin los alguaciles ordinarios, muchas decisiones judiciales quedarían sin efecto, ya que son ellos quienes las ejecutan en la práctica.

Sin embargo, la falta de regulación adecuada, la precariedad de sus condiciones laborales y la falta de reconocimiento han relegado su figura a un segundo plano.

A pesar de su rol clave, los alguaciles ordinarios enfrentan numerosas dificultades:

1. No cotizan en el sistema de pensiones: No tienen garantía de una jubilación digna, lo que los obliga a seguir trabajando hasta edades avanzadas o depender de ahorros personales (si los tienen).

2. No tienen seguro de salud: Cualquier enfermedad o accidente corre por su cuenta, dejándolos expuestos a gastos médicos que pueden ser impagables.

3. No tienen seguro de riesgos laborales: A pesar de enfrentar situaciones peligrosas al ejecutar desalojos, embargos y notificaciones, no cuentan con protección en caso de agresiones o accidentes durante el horario laboral. MAXIME QUE SEGÚN LA LEY 821 ART. 87, PARRAFO I ESTABLECE QUE “Los alguaciles ordinarios reemplazarán a los de Estrados cuando sea necesario y estarán sujetos a los mismos requisitos de capacidad y deberes que estos últimos”.

Que aún teniendo todos los deberes y obligaciones que un alguacil de estrado, estos no gozan de los mismos beneficios, convirtiéndose esto en una situación desigual y discriminatoria.

4. Son considerados simples “mensajeros de la justicia”, cuando en realidad su labor implica un profundo conocimiento del derecho procesal y una ejecución correcta de los actos jurídicos.

5. Riesgos en el ejercicio de sus funciones: Muchos enfrentan situaciones peligrosas al ejecutar desalojos o embargos, siendo víctimas de agresiones e incluso amenazas de muerte.

6. Remuneración insuficiente y/o inestable: Sus ingresos dependen en gran medida de los honorarios que reciben por cada acto ejecutado, lo que los deja en una situación económica inestable.

El hecho de que los alguaciles ordinarios sean considerados trabajadores independientes que es el núcleo del problema y aunque su labor es esencial para el sistema judicial, es importante destacar que no están bajo un régimen laboral que les garantice derechos básicos como los de cualquier otro empleado del sector público.

Esta situación contrasta con la de otros servidores judiciales, quienes sí tienen acceso a la seguridad social y a un fondo de pensiones.

Para mejorar la situación de los alguaciles ordinarios, es necesario:
1. Incluirlos en el sistema de seguridad social: Deben tener acceso a un seguro de salud y pensión, ya sea mediante la Tesorería de la Seguridad Social (TSS) o a través de un fondo especial administrado por el Poder Judicial.
2. Regular su estatus laboral: Debe haber una reforma que defina si son empleados públicos o, en su defecto, establecer un sistema que les brinde los mismos beneficios que otros servidores judiciales.
3. Crear un fondo de protección: Un fondo especial para cubrir emergencias médicas, accidentes laborales y compensaciones en casos de agresión durante sus funciones.

El Poder Judicial deben reconocer que los alguaciles ordinarios son una parte vital del sistema judicial y garantizarles derechos laborales básicos.

Sin ellos, la justicia no se materializa, y es inaceptable que quienes hacen cumplir las decisiones judiciales vivan en un estado de desprotección total. Es momento de dignificar su trabajo y otorgarles los beneficios que merecen.

Es hora de reivindicar el papel del Alguacil Ordinario, su función es esencial para la materialización de la justicia, y su labor debe ser recompensada con mejores condiciones laborales. SIN ELLOS, EL SISTEMA SIMPLEMENTE NO FUNCIONARÍA.

La autora es abogada en Infante & Rincón Legal Consulting.
Bella Terra Mall, Suite B-007,
Santiago, R.D.
Tel.809-724-6571
Intagram / infanterinconlegalcongulting

Opinion

Ciberataques en República Dominicana

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El día que las alarmas sonaron en RD, al mediodía del 20 de septiembre de 2025, los servidores del Ministerio de Defensa dominicano comenzaron a registrar un flujo descomunal de solicitudes.

Los portales mide.gob.do y c5iffaa.gob.do eran blanco de un ataque de denegación de servicio (DDoS): una avalancha de tráfico diseñada para tumbarlos, saturar sus defensas y probar su resistencia.

El comunicado oficial fue inmediato: el ataque había sido contenido, no hubo robo de datos ni accesos indebidos.

El sistema, aunque bajo presión, se mantuvo en pie. Fin de la historia, según las autoridades.

Pero la verdadera noticia no está en la nota de prensa que quiso tranquilizar al país. Está en lo que este episodio revela:

República Dominicana ya forma parte de un tablero global de ciberataques donde los adversarios juegan con paciencia, precisión y ambición.

El enemigo que no duerme
El Threat Hunting Report 2025 de CrowdStrike retrata con crudeza el escenario:

● Ocho de cada diez intrusiones globales (81 %) ya no usan malware. Son ataques silenciosos, interactivos, ejecutados por humanos en tiempo real.

● El cibercrimen domina el panorama: el 73 % de las intrusiones busca beneficios económicos, pero el sector gubernamental vio un aumento del 185 % en ataques selectivos en el último año.

● La nube es un campo de batalla: los ataques a entornos en la nube crecieron un 136 % en 2025 respecto a 2024.

● China se mueve con precisión: aumentó un 40 % sus operaciones en la nube, combinando espionaje y control estratégico.

● El phishing de voz (vishing) se dispara: en apenas seis meses de 2025 ya superó el total de 2024, explotando la ingenuidad humana como el acceso más fácil.

El informe también confirma algo más inquietante: los adversarios usan inteligencia artificial generativa para redactar correos de phishing perfectos, crear identidades falsas en redes sociales e incluso producir deepfakes convincentes.

¿Por qué importa aquí?
En 2022, más de una decena de portales estatales dominicanos fueron alterados por defacements (es un tipo de ciberataque en el que un atacante, o «defacer», obtiene acceso no autorizado a un sitio web para modificar su apariencia y contenido, alterando la página con mensajes, imágenes o propaganda). Entonces se dijo que no había riesgo porque eran páginas “informativas”.

Tres años después, el blanco fue el Ministerio de Defensa. La escala es distinta y el mensaje también: la vulnerabilidad no es teórica, es real.

El ataque del 20 de septiembre puede haber sido apenas un ensayo. Los expertos lo saben: antes de un golpe mayor, los adversarios tantean defensas, miden tiempos de respuesta y almacenan información para futuros movimientos.

Si un día el objetivo no es un portal web, sino el sistema tributario, el padrón electoral, la Tesorería Nacional o la red eléctrica, ¿responderemos con la misma calma con que se redactó el último comunicado?

Adversarios con nombres y métodos
Los informes internacionales no hablan de fantasmas, sino de actores con rostro y estrategia:

● GLACIAL PANDA (China): especialista en infiltraciones prolongadas en telecomunicaciones, recolectando registros de llamadas y datos sensibles.

● CHARMING KITTEN (Irán): experto en campañas de phishing con IA, capaz de imitar correos y estilos de comunicación auténticos.

● EMBER BEAR (Rusia): detrás de operaciones de desinformación masiva y manipulación narrativa.

● FAMOUS CHOLLIMA (Corea del Norte): coloca falsos programadores en empresas extranjeras, apoyándose en herramientas de IA para mantener su fachada.
Estos grupos actúan como ejércitos invisibles, cruzando fronteras sin necesidad de soldados ni armas físicas. Y ya están en nuestro radar.

Lo que exige el país
Un ataque contenido no es un triunfo definitivo, es apenas un aviso. Para que no se repita la complacencia, el Estado dominicano debe:

1. Publicar un informe técnico transparente: con cifras, orígenes y mecanismos de mitigación.

2. Aprobar una Ley Nacional de Ciberseguridad que defina responsabilidades y sanciones más fuertes.

3. Blindar la infraestructura crítica (electricidad, salud, finanzas, telecomunicaciones) con estándares internacionales.

4. Adoptar defensa basada en IA, porque los adversarios ya la usan para atacar.

5. Formar talento local en ciberseguridad avanzada, creando un ejército digital capaz de anticipar y no solo responder.

6. Educar al ciudadano común: ningún firewall resiste un clic ingenuo en un correo falso.

La nueva frontera
La República Dominicana ha sido puesta a prueba. Resistió un primer golpe. Pero la pregunta no es si habrá un segundo, sino cuándo y con qué fuerza.

La guerra invisible ya tocó nuestra puerta. Y en ella no hay trincheras ni batallones, solo firewalls, credenciales seguras, talento humano y voluntad política.

La defensa del país ya no se mide solo en kilómetros de frontera o en blindados de acero, sino en líneas de código, servidores en la nube y decisiones estratégicas.

La elección es simple y urgente: nos preparamos con transparencia y ambición, o nos convertimos en un blanco fácil en el mapa global de los adversarios digitales.

La decisión debemos tomar en conjunto, ya que para esto se necesitan los recursos necesarios y es una inversión inteligente que todos debemos apoyar.

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Opinion

Carolina Mejía Gómez: La ciudad que ha aprendido a respirar

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Una ciudad que no respira, tampoco sueña. Hablo del oxígeno que no solo pasa por los pulmones, sino al de la sana recreación, del juego y la diversión, de la calma, de la conversación entre vecinos y de la convivencia que humaniza.

Me refiero al oxígeno que hace te sientas bien y que vivas en bienestar.

Desde los primeros meses, entendimos que el espacio público debía dejar de ser el rincón olvidado para convertirse en el alma visible de la ciudad.

Así se dio lo que para muchos parece una hazaña increíble: recuperar más de 200 parques y plazas en cinco años.

No como meta de ingeniería, sino como promesa social. Parques y plazas no para lucir, sino para vivir.

Empezamos con el Pabellón de las Naciones y seguimos sin más recursos que nuestra visión, determinación, pasión y capacidad trabajo.

Desde el Ensanche Espaillat hasta Guachupita, desde Cristo Rey hasta San Carlos, desde Los Guandules hasta la Ciudad Colonial, escuchamos a la gente.

Porque al compás de la siembra de árboles, hay que también sembrar confianza.

Cada sector tiene su historia. Un solar baldío estaba convertido en un punto de drogas.

Una cancha olvidada era un lugar que nadie se atrevía a pisar de noche.

Una esquina oscura era sinónimo de miedo. Un vertedero improvisado marcaba el abandono. Pero donde otros veían abandono, nosotros vimos oportunidad.

No construimos parques de catálogo. Los hicimos con y para la gente.

Algunos tienen gimnasios al aire libre; otros, glorietas para leer o conversar a la sombra, escuchar pajaritos o esperar el atardecer.

Hay parques grandes y otros modestos, casi tímidos, pero igual de esenciales. Cada uno tiene su personalidad.

Cada uno fue sembrado con propósito. Y todos, sin excepción, nacieron del respeto a la dignidad de nuestra gente.

Recuerdo la inauguración del Parque Buenos Aires (km 9 ½), en la avenida José Contreras.

Doña Carmen, una vecina de 73 años, me tomó de la mano y me dijo: “Alcaldesa, ahora sí tengo donde mirar por la ventana”.

Esa frase no salió en la prensa, pero tiene un inmenso valor para mí. Porque un parque, en el fondo, no es solo un espacio. Es un mensaje. Es decirle a un sector: ustedes importan.

En cinco años, Santo Domingo pasó de tener menos de 50 parques funcionales a más de 200. No lo digo con orgullo vano ni con soberbia, sino con humildad y gratitud por todo lo aprendido.

Porque descubrimos que donde hay un parque, florece algo más que vegetación: florece la ciudadanía.

Lo dicen las madres que ya no temen salir con sus hijos y también los adultos mayores que juegan dominó bajo una mata.

Un parque bien pensado no solo embellece: genera economía, cohesión social, identidad y plusvalía.

Los datos lo confirman: los parques reducen la violencia, mejoran la salud mental, aumentan el valor inmobiliario, incentivan el deporte y la lectura y, sobre todo, reconstruyen el tejido social.

Pero más allá de los números están las escenas: la risa de un niño en un columpio, la pareja que camina de la mano al atardecer o un grupo de danza ensayando en un gazebo iluminado.

Son muchos los parques donde antes abundaban los letreros de “Se vende” y, desde que los construimos o remozamos, esos letreros desaparecieron.

La gente ya no quiere irse porque ahora hay dónde estar y compartir; hay dónde sentirse bien.

¿Fue fácil? No. Hubo burocracia, críticas, lentitudes y hasta cinismo. Algunos decían que “los parques no dan votos”. Tal vez tengan razón.

Pero sí dan otra cosa: sentido de dignidad, humanidad y una altísima gratificación por el bienestar construido. Y en el largo plazo, eso vale mucho más.

Lo importante no es pensar solo en el retorno político de una actividad que garantice el bienestar de los adultos de hoy, pero, sobre todo, de los adultos del mañana.

A veces me preguntan cuál parque es mi favorito. Y es como si me pidieran elegir entre hijos.

Cada uno es diferente y a cada uno se le ama por su identidad única. Un parque pequeño donde un joven enseña a otros a jugar básquetbol, vóleibol o ajedrez.

Un lugar como el Paseo Marítimo Malecón, repleto de familias fortaleciendo sus vínculos.

O la Plaza Santo Domingo, que ha sido testigo del amor de pareja y de promesas de una vida juntos.

Esos momentos me confirmaron que no estábamos construyendo parques, estábamos construyendo ciudadanos.

Ciudadanos que son gestores en sus propios espacios, que se ofrecen a servir como veedores de manera honorífica y que, con ello, nos ayudan inmensamente.

Ahora el reto es mantener lo logrado. Estamos creando brigadas de mantenimiento, alianzas con universidades, esquemas de gestión comunitaria.

Porque no basta con sembrar.

Hay que cuidar, perseverar y garantizar su sostenibilidad.

Los parques fueron apenas el comienzo. Pero un comienzo poderoso. Porque donde hay un parque, hay una tregua frente al caos. Hay encuentro. Hay sonrisas y esperanza. Hay vida.

Y no puedo terminar sin agradecer al empresariado y al sector privado, que han sido nuestros aliados para hacer realidad estos espacios.

Agradezco a todos quienes han confiado en mi equipo y en mí para poder llevar adelante nuestra propuesta de mejorar esta ciudad que reclamaba bienestar.

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